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viernes, 3 de octubre de 2014

Regalo de bienvenida



Como ya sabéis he pasado unos meses “out” en los que las ganas de sexo iban de la mano del estado de ánimo que tenía y ambos se paseaban por el Boulevard de la Falta de Autoestima, se tomaban una horchata en el bar “Qué jodida estoy”, se iban a bailar a la disco “Ay, que no veo la luz al final del túnel”, …  En fin, que se corrían juntos unas juergas de lo más tétricas y penosas.
Hasta que un día me levanté y los mandé a hacer gárgaras. Claro, ahora os lo cuento como si fuese fácil y todas estas cosas que se dicen, pero… ¡¡¡LOS COJONES!!!

Seguro que además de sibaritas del sexo, los que me leéis sois también personas que labran sus experiencias día a día con lo bueno y lo menos bueno, así que no hace falta que os cuente de que va este rollo de estoy mal pero luego siempre salgo…  “¡manque sea pá tomar aire!”.

El caso es que en todo momento he tenido pendiente de mí, bien a mi ladito físico cercano o bien en la distancia mediante las nuevas tecnologías, a mi amigo Lucas del que ya os hablé una vez.
Él ha sido quien ha vivido, o mejor dicho, sufrido, mi último trimestre. Ha sido mi apoyo más grande, más incluso que la familia ya que a ellos no podía contarles apenas nada de lo que me deprimía en ese momento. Sólo conocieron la parte de salud (me partí una muñeca).
Han sido unas cuantas las noches que hemos hablado y hablado y hablado… bueno, que he habado y hablado y hablado.
Ahora me doy cuenta de que aunque las conversaciones con él me sirvieron de bálsamo y desahogo, también eran la gasolina de ese par de aguafiestas del que os he hablado al principio que se iban de marcha aprovechando mi ausencia de alegría.

He tenido alquilado un pequeño apartamento en la Costa Dorada durante todo el verano y he pasado allí una larga temporada ya que también he estado de baja varias semanas, además de las vacaciones.
Una noche ya dejé de hablar tanto y empecé a reírme con las fricadas de Lucas. Tanto me reí, que no sé cómo acabé desnuda bailando una canción de Rosario, esa del bomberito, y lanzándome sobre él a mordisco limpio entre risas y cosquilleos.



Nos enrollamos como tantas otras veces lo hemos hecho antes. Con la diferencia que, a pesar de que siempre le ponemos el cariño que nos tenemos a nuestros encuentros sexuales, en esta ocasión además me hizo sentir segura, confiada y estuvo muy al tanto de no hacer nada que me echase para atrás o me entristeciera de repente.
Disfruté con gusto de sus besos, sus caricias y su polla bien tiesa a la que noté que me había echado de menos durante tiempo. Siempre nos hemos compenetrado muy bien pero también hemos respetado las épocas de emparejamiento de cada uno.
Sea como fuere, consiguió que volviese a sentir peta zetas en el interior de mi vagina. Follé mucho y me divertí aún más. Gracias Lucas.

Él, que me conoce bien y que ya había visto que día a día me iba recuperando, empezó a fantasear conmigo sobre diferentes cosas.  Me habló con mucho amor y aprovechó que sabe que confío plenamente en él para hacerme asegurarle que me dejaría llevar sin miedo en el caso de que organizara algo para mí.

Así pues el siguiente sábado me invitó a cenar en un restaurante de Tarragona que él ya sabe que me gusta mucho.  Tuvimos una cena linda. Comimos un par de exquisiteces que bañamos con un buen cava catalán. Charlamos e iniciamos una conversación medio picante en la que Lucas empezaba a dirigir hacia un terreno más sensual. Finalmente, me dijo que recordara que le había prometido dejarme llevar y confiar plenamente en su plan.  Me hizo sentir tranquila porque me demostró que él me protegía y vigilaba si algo no me fuera a gustar, pero que tenía preparada una sorpresa para mí que esperaba que me gustara y la disfrutara.

Me entregó un sobre dónde había una nota que decía así:
“Bienvenida de nuevo a tu propio ser donde habita la alegría, la fantasía y la bondad. Para que no olvides cómo eres y siempre vuelvas a renacer, te regalo un masaje relajante que no olvidarás jamás. Un beso princesa.”

¡Flipé! Qué feliz y especial me sentía.

Puesto que acepté, le pedí que me contara qué había tramado.
Lucas había contactado días antes con una pareja liberal que vive cerca de dónde estábamos. Cuando se aseguró de que eran personas de fiar, limpios, discretos, amantes del sexo libre… en fin, gente normal como nosotros, les contó brevemente mi reciente historia y estado de ánimo y los contrató para montar una noche especial.  Mientras pensaban en qué hacer, surgió en su conversación que el chico es fisioterapeuta y ahí se les encendió la bombilla a ambos: ¡organizarían una velada de masaje relajante y lo que surgiera!

Cuando ahora lo recuerdo, pienso que si Lucas me hubiese propuesto de una forma directa “swingear” un rato, seguramente le hubiese dicho que no, pero lo hizo con tanta elegancia y gracia que no era posible decirle que no.
Al terminar la cena nos encaminamos a casa de esta pareja a los que llamaré John y Yoko por su adoración a los Beatles y por la bonita historia de amor que los envuelve.  Son un poco más mayores que nosotros, muy agradables, y nos hicieron sentir cómodos, como en casa.

En el salón habían preparado una camilla de masaje, aceites esenciales, un entorno cálido, velas, música suave…  Nos presentamos cariñosamente con un beso y un abrazo. Intercambiamos una breve conversación y John me sugirió que me quedara en braguitas para hacerme el masaje.  Me sentía tan a gusto que así lo hice.  A pesar de haber cogido unos quilitos estos meses de ansiedad, me vi bonita y atractiva. Estaba relajada y eso significaba que también estaba receptiva a lo que ocurriese.

Me tumbé boca abajo o en decúbito prono como en su argot técnico lo denominan, cerré los ojos y destensé todos mis músculos.

John untó sus manos en un aceite de masaje cuyo olor no podía concretar pero en mi pituitaria se mezclaba el aroma del orégano, el anís estrellado y el cedro.  Empezó a masajearme la espalda y las cervicales, apretaba bien, con la fuerza suficiente para aliviarme y ser suave a la vez.  Me repasaba toda la columna y llegaba hasta mis glúteos para apretarlos y volver a subir hasta el cuello.

Mientras tanto, Lucas y Yoko miraban sentados desde el sofá tomando una copa y comentando en voz baja lo sensual que era la escena.  Se habían liberado de su ropa y se deleitaban con lo que sus retinas iban grabando en su memoria.

Por primera vez en meses me sentía excitada, tranquila, relajada y abierta todo a la vez.  Mérito de ello también era el hecho de que cada vez que miraba a Lucas, sus ojos estaban concentrados en los míos tanto para disfrutar de mi goce, como para llevarme rápido bien lejos de ahí si hubiese detectado cualquier signo de incomodidad por mi parte.

Minuto a minuto John iba ampliando su masaje más allá de las zonas neutras; me sacó las braguitas, me apretaba el culo y los muslos, me mordisqueaba el cuello, rozaba su pene tieso contra mi cuerpo, …
Hubo un momento en el que sentí su mano resbaladiza entre mis nalgas, frotándome el ano con la palma i deslizando un par de dedos hacia mi vagina, seguramente atraídos por el calor que de ahí se desprendía.


 Me gustan muchas cosas en el sexo, pero una de ellas es que me masturben en la posición en qué yo estaba entonces, por detrás.  Es un acto en el que van aconteciendo de forma natural movimientos tan sinuosos y excitantes que me ponen extremadamente cachonda.  Instintivamente, voy levantando un poco el culo para ir abriendo el tesoro que esconde mi sexo hasta quedarme con la cara pegada a la camilla pero el culo bien en pompa.  Me fue masturbando con auténtica dedicación, le gustaba, y en cuanto escuchó que aumentaba el tono de mis gemidos, vio claro que yo no pretendía escapar de ese rato de placer que él me proponía.  

Con sus manos grandes y venosas, me abrió el coñito que le quedaba prácticamente a la altura de la boca y empezó a comérmelo con fruición.  Su lengua era una víbora paseándose por dentro y por fuera de mi sexo, se atrevió incluso a subir hasta mi agujero semiprohibido y lamerlo y besarlo hasta chorrearlo de mi propio flujo.  Con un dedo me penetraba el ano para dilatarlo tímidamente por si en algún momento yo quisiese ser penetrada.  Combinaba esto con diferentes rechupeteos y metidas de dedos en mi joya ardiente.
En cuestión de minutos aceleró tanto mi excitación que hizo que mojara la toalla que cubría la camilla de masaje con mi flujo súper abundante.  Me giré y él me atrajo hacia el filo de la camilla para que quedara bien cerca y espatarrada ante su polla.  Era un tío delicado que mirándome a los ojos me dijo que me deseaba y que me iba a poseer; y así lo hizo casi antes de acabar la frase.
Me penetró bruscamente aunque no me hizo daño ya que yo estaba mojadísima.  También le deseaba y necesitaba que me bombeara con fuerza y así lo fue haciendo.  Estaba muy bien dotado; su polla era larga, venosa como sus manos y muy apetecible a mis ojos.

Lucas estaba flipando de verme así, en perspectiva, siendo follada por otro.  Se estaba tocando y notaba como su deseo era mayor del que esperaba, aún y así no quiso montárselo con Yoko; tan sólo se besaron y se tocaron porque él, según sus propias palabras, estaba loco por joder sólo conmigo y aún más justo después de haber pasado otra polla por mi coño.  Ella lo aceptó con una sonrisa y concluyó su placer con un dildo muy parecido a la verga de su marido.

Yo estaba disfrutando como una zorra, John me apretaba los pezones duros mientras seguía echándome el polvo del mes y de repente Lucas empezó a besarme en la boca.  Mis gemidos se los comía él, mi lengua la chupaba él… Ufffff….quería follármelo pero ¡¡ya!!
John se apartó y fue hacia su mujer a comerle las tetas mientras ella continuaba metiéndose al pequeño Johny por la raja.  Le bastaron un par de minutos para correrse y lanzar un grito de placer que nos puso más cachondos a los otros tres.


Lucas y yo habíamos estando besándonos en la boca con mucha ansia y él me mordía los pezones con un deseo inusual en su quehacer sexual.  Estaba tan terriblemente encendido, que me atrevería a decir que me miraba con un fuego lo suficientemente penetrante como para querer empalarme en su rabo duro.
Me colocó de espaldas a él con mi torso apoyado en la camilla apoyando mis pies en el suelo y me penetró por detrás abriéndose paso entre mi voluptuoso conejo sediento de SU semen.

John no había conseguido correrse a la vez que Yoko y la dejó a ella disfrutando de su postorgasmo en el sofá.  Yo le indiqué con la mano que viniese con nosotros y se sentara en mitad de la camilla con una pierna colgando a cada lado de la misma.  En cuanto vi esa polla larga y tiesa tan cerquita de mí, la cogí entre mis manos y empecé a tragármela poco a poco hasta que sentí como ese cipote me llegaba al fondo de la garganta.  Estaba riquísima. Él me había embadurnado poco antes todo el cuerpo de aceite y yo ahora hacía lo mismo con su polla llenándosela de saliva y comiéndomela con mucha hambre.

En ese momento tenía dos rabos para mí: uno en el coño y otro en la boca sintiendo a cual más rico en mi interior.

La excitación de Lucas iba in crescendo; lo noté definitivamente cuando metió su pulgar derecho en mi culo.  Yo ya había tenido un par de pequeños orgasmos sin sacarla pero necesitaba que ellos reventaran a eyacular para yo culminar con una de mis corridas más escandalosas.
Combiné la chupada a John con una majestuosa paja y le dije a Lucas que me regara por dentro porque anhelaba su leche caliente y espesa. Bum, bum, bum, bum …chupa, folla, bombea, … agghhhhh… siiiiii…..

Nos corrimos los tres prácticamente a la vez.  Lucas y yo compartimos flujo y semen en el mismo túnel del pecado y John me volvió a embadurnar pero esta vez la cara con su lefa blanca i grumosa.

Ohhhhh………. ¡Cómo lo disfruté amig@s!

Sólo puedo deciros que la rentré de Laska fue grande.  Hasta pronto.


Un beso.

miércoles, 1 de octubre de 2014

A lo María Jiménez



Antes que nada, os pido disculpas por mi silencio.

Llevo semanas y semanas intentando escribiros el porqué de mi larga ausencia. He escrito decenas de textos que luego han terminado en la papelera (la del ordenador, se entiende).


Y hoy, andando por la calle camino de la farmacia lo he visto claro, os lo soltaré de sopetón:

“¡Se acabó!”

Así, tal cual. Como María Jiménez dice en su canción.


Se acabó esta racha regular y semiagria que me ha acompañado desde finales de mayo aproximadamente.

Se acabó el bajo ánimo y el desgaste de energía hacia estupideces.

Se acabó mi relación con ÉL, se acabó mi rotura de muñeca y se acabó el dar explicaciones.


No quiero aburriros ni intentando explicaros por qué ha pasado todo esto ni intentando parchearlo con excusas externas.


Mi fragilidad temporal, propia y humana de mujer/persona, ha desplazado a Laska durante un tiempo. Pero mi alter ego es mi fuerza y ambas nos retroalimentamos.

Así pues, vuelve Laska y vuelve con la pimienta que la caracteriza.

¡Os he echado de menos!



Un beso.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Másss... ¡túrbame!

No todo es follar y penetrar, ni todo es amor y romanticismo.

Abogo por los momentos de recreo entre dos (o más).  Lo que empieza siendo un retozar de placer y termina con un tocar el cielo sin haber tenido pene alguno dentro.

En los preliminares siempre hay un ratito de “ocio” en el que mi chico me mete un par de deditos, me estimula el clítoris, … y yo a ÉL le lamo los testículos, le pajeo un poco… pero, pasarnos un largo rato sólo masturbándonos y al final haber conseguido varios orgasmos  ¡¡¡es de lo másssss!!!
Cierto es que luego le ruego que me folle lo más profundamente posible porque necesito de su polla con inmediatez, pero mientras tanto he gozado de 2 o 3 “orgasmadas” que me han puesto a mil.

Claro que esto es ahora, en la comodidad de una cama, sin horarios, sin temor a ser pillados, pero ¿qué pasaba cuando éramos adolescentes con las hormonas revolucionadas? ¿Recordáis haber hecho petting? Yo sí, con frecuencia.

Recuerdo ir con el que entonces era mi novio, Gabriel, a un pub de la Gran Vía barcelonesa y allí magrearnos a tope por todas nuestras partes. Era oscuro y lo frecuentábamos muchas parejas adolescentes que veníamos a saciar nuestros aún novatos impulsos del deseo. A veces, incluso íbamos en grupo varias parejas de amigos. Sin saberlo denominar a esa edad, ahí nos iniciábamos en el arte del roce, el toqueteo, el meter mano y el voyeurismo. O sea, hacíamos petting.

Nos frotábamos el uno contra el otro impulsivamente mientras nos besábamos con lengua que ya tan sólo eso nos ponía como motos. Él metía sus manos de jugador de básquet por debajo de mi top blanco y me magreaba las tetas adolescentes que tenía entonces; estaban morenitas del sol, sin sujetador, muy bien puestas, tiesas y redonditas. Todavía conservo bastante de ellas pero más grandes. Yo vestía una amplia y larga falda tejana fina abrochada con varios botones por delante, me sentaba encima de él a horcajadas y nos frotábamos nuestros sexos. Gabi se desabrochaba el pantalón y sacaba su pene para que yo lo notara aún más al roce con mis braguitas, las cuales terminaba apartándome un poco hacia la ingle para notar la puntita de su joven polla en mi aterciopelado conejito. Él siempre decía que me pilló tierna, y era cierto. Nunca me he arrepentido de ello. Gracias Gabi.
Al llegar a casa por la noche, me encantaba olisquear algunas gotitas de su semen que habían quedado en mis braguitas de Snoopy antes de correrse en mi mano quinceañera gracias a la paja que le había hecho instruida por él.

En otras ocasiones, habíamos practicado petting en el cine, en una plaza por la noche, en el portal de casa, etc. Luego ya vino el coche, su casa estando sus padres fuera, algún meublé, … Ay, ¡qué recuerdos!

Al ir creciendo fui aumentando y diversificando mi conocimiento sexual, pero os reconozco que en cada acto íntimo que practico me gusta dedicar un tiempo a la masturbación. Me gusta masturbarme, masturbar y que me masturben. Y  a poder ser, a más de una polla a la vez. Mi récord son tres simultáneas a mi alcance táctil.

Cuando me masturbo yo solita, soy rápida, la verdad. Me conozco tan bien, que me achicharro de gusto con sólo pensar en aquello que más me estimule en ese momento; bien sea una escena lésbica, mi chico hincándomela por detrás, una orgía o cualquier sentimiento de poderío sexual en el que me apetezca recrearme sin tabús ni complejo alguno. Soy yo conmigo misma: ¡TODO VALE!
A veces lo hago con mis dedos, otras con un par de juguetitos que tengo y otras, yo diría que la mayoría, con tan sólo pellizcarme los pezones, cruzando las piernas y apretándolas consigo un orgasmo muy interno e intenso. Me dan espasmos por toda la vagina y me lo paso genial, además de quedarme plenamente relajada.

Tengo un “amigo”, Lucas, que es quien mejor conoce este aspecto de mí y lo aprovecha para hacerme explotar de placer. A su técnica la llamamos “el milagrito” porque casi lo es por cómo me vuelve loca sin penetración alguna.
Igual me lo ha hecho antes como después de haber hecho el amor (habitualmente hemos hecho el amor más que follar porque hay sentimiento en nuestra amistad de hace años).

Tumbada en la cama me pone de lado y él se coloca, también tumbado, pegado a mi espalda con su boca cerquita a mi oído. Me recoge entre sus brazos a la altura de mis pechos. Entonces me mete con mucho cariño un par de dedos de su mano derecha en la boca para que se los unte de saliva y los posa en mi pezón izquierdo. Hace lo propio con su mano izquierda.
Entonces empieza a acariciarme los pezones mojándolos con mi propia saliva. Me los masajea suave hasta que se ponen duros, luego me los pellizca delicadamente y me los pone aún más erectos con las yemas de sus dedos húmedos que va reponiendo de mi saliva cada vez que se secan.   Mientras, tiene esa habilidad especial de ir susurrándome al oído cuánto le gustan mis senos, lo loco que se vuelve cuando los chupa, cuánta feminidad recojo en ellos y se la ofrezco por esa vía, incluso a veces, me hace prometerle que si algún día hubiese leche dentro, que le alimente con ella. ¡¡Por Dios, puto milagrito que me vuelve del revés y me convierte en una zorra mística!!
Cómo es posible que consiga de una forma tan radical y segura concentrar todos mis sentidos en dos pequeñas ubres de mi cuerpo. Podría rayar cristal con mis pezones en ese momento.

Sus caricias, sus palabras y el notar su verga tiesa en mi culo me provocan un excitante movimiento pélvico que voy transformando en esa masturbación de la que os hablaba antes, y en menos de 5 minutos me pego una corrida del quince cuyos flujos él recoge con su polla metiéndomela por detrás sin cambiar de posición, tan sólo me levanta la pierna que no toca a la cama para así abrir más mi mojadísima flor.

Todo ello lo hago con los ojos cerrados, porque no puedo abrirlos del gustazo que me da, y con cálidos jadeos que no puedo evitar. Como mucho, sólo acierto a decirle: “sigue por favor, estoy a puntito de chorrear toda entera” y en cuanto lo hago, y justo antes de penetrarme, él cesa sus caricias (si sigue, me disgusta. Hay una especie de frontera entre esa locura y el desagrado. Él la reconoce al instante), me estrecha entre sus brazos y me besa el cuello.  Luego ya viene la semienculada que a mí me permite seguir corriéndome y a él sentirse muy hombre por haber manejado y dirigido mis múltiples orgasmos a su ritmo. Casi se convierte en el amo del mundo, o por lo menos del mío en esos momentos, al culminar con una exuberante corrida por encima de mis muslos y nalgas.

En alguna ocasión, cambiamos el final y lo que hace después del milagrito es ponerme mirando al techo y él hace lo mismo pero a mi inversa. Es decir, mis pies en su cabeza, el uno al lado del otro.
Aprovecha todo el flujo que inunda mi vagina por dentro y por fuera y me introduce un par o tres de dedos. Yo le facilito el paso poniendo una pierna sobre su pecho y abriéndome más ante él. Lucas es zurdo pero tiene tanta habilidad en ambas manos que me masturba con una mientras él se pajea con la otra. Y lo hace de maravilla.  No sé qué es lo que me toca pero además de meter y sacar sus dedos, hace un movimiento rotatorio hacia arriba que me pone la piel de gallina y me remueve entera.  Yo le veo disfrutar muchísimo porque en su placer está el verme gozar, el controlar su paja a su gusto y el tener frente a sí la visión de mi coño abierto siendo masturbado y rezumando flujo por doquier.
Se pega unas corridas espectaculares en las que el semen le llega más de una vez hasta su cara de la fuerza con que sale. Acaba exhausto y yo recojo un poco de su leche con la puntita de la lengua para dársela a probar. ¡Este chico me turba!  ;-)


Con todo esto, llego a la conclusión de que por suerte la masturbación abandera muchos de nuestros encuentros sexuales ya sean en compañía o sol@s. El placer está en nuestras manos, y nunca mejor dicho.

Como colofón, dejadme que os comparta en este post un vídeo que a mí me encanta por varias razones. Su título lo dice todo: “El placer de la lectura”.

Hace un par de años, un artista cineasta afincado en Brooklyn llamado Clayton Cubitt, llevó a cabo un proyecto con varias mujeres para explorar el feminismo y la dualidad mente/cuerpo en contraste con la cultura y la sexualidad. Podéis buscarlo en inglés como “hysterical literature”.
Sentó a diferentes mujeres por separado ante una cámara y les dio un libro para que leyeran un fragmento mientras eran masturbadas por debajo de la mesa.  Las reacciones son diversas pero todas con final feliz y es especialmente gozoso ver lo bien que se lo pasan sin ser nada pornográfico. Es disfrute, felicidad, sensaciones, buen rollo, …es el placer de la lectura,  li-te-ral-men-te.

La primera en emular esta experiencia en Europa ha sido Roser Amills, escritora mallorquina provocadora de estímulos, sensualidad, magia y felicidad para quienes la leemos. Ella de por sí es pura alegría y optimismo, o por lo menos, eso es lo que me proyecta.
Aunque el relato es en catalán, bien sabéis que no hace falta ningún idioma para entender el lenguaje corporal.  Todo es real. Espero que lo disfrutéis y os deje un buen sabor de boca además de dibujaros una sonrisa.




Un beso.

miércoles, 14 de mayo de 2014

En su punto


El inconveniente más claro de mi relación con ÉL, es el de no poder “compartir”. Nuestro amor es clandestino y muy secreto y aunque eso para mí es ideal en estos momentos de mi vida, a veces quisiera hacer más abierta, que no pública, nuestra relación.
Pero ¡cuidado! No os quiero llevar a engaños. No pretendo ni quiero daros a entender que me gustaría salir a pasear cogidos de la mano, o a comer juntos, o ir al cine,…  ni tan siquiera un café para dos fumando un cigarrillo a medias. ¡NO!
A lo que me refiero más bien es a mandarle una foto de mis tetas de justo cuando me despierto por la mañana que están suaves y cálidas, a irle a buscar al trabajo vestida con una gabardina negra que tengo y sin nada debajo, a meterle mano en la bragueta mientras conduce para notar lo dura que tiene la polla porque me he montado en su coche con unas bolas chinas puestas, etc.  En fin, lo normal que hemos hecho tod@s en alguna ocasión.
Y puestos a pedir me encantaría compartir con él de forma real, una fantasía que tengo de sexo en grupo.
Siempre he fantaseado con diferentes situaciones sexuales que me han puesto muy cachonda.  Además,  he echado mano de múltiples fantasías en la soledad de mis majestuosas pajas al igual que lo he hecho en compañía del contrincante amatorio que compartiera mi cama en ese momento. Algunos de ellos lo han disfrutado, otros incluso han puesto su granito de arena ayudándome a ampliarlas y otros ni tan siquiera han querido seguir el juego. Hay gustos para todos.
Yo personalmente, no siento ningún tabú hacia ellas y me lo paso genial dando rienda suelta a mi calenturienta imaginación. Debo confesaros que no todas mis fantasías se han convertido en realidad, pero aún me queda camino…
A la que concretamente me refiero en este post y que quisiera “compartir” con ÉL, es fruto de mi deseo personal respecto al sexo en grupo, y como yo me lo guiso y yo me lo como, lo visto a mi antojo. Voy a poneros en situación.
Me gustaría participar en un encuentro bien organizado para parejas. Pasar un par de días en una casa grande de Formentera cuya belleza de isla ya hace más atractivo el objetivo del fin de semana. Llegar un viernes por la tarde con ilusión, curiosidad, algo de nervios, y con MI PAREJA, el que vendrá a ser mi aliado, el que por mucho que follemos con otr@s al final me recogerá entre sus brazos y me pondrá crema hidratante en los pezones y el clítoris irritados de tantísimo rechupeteo y mordisqueo. 
En esa blanca y acogedora casa nos vamos a encontrar un total de 4 parejas de edades similares. Casualmente, al entablar conversación con ellas, vemos también que coincidimos más o menos en gustos, ideologías, nivel cultural, …  Somos divertidos pero calmados, liberales pero con cabeza, aseados, agradables, de cuerpos normales, … en fin, personas corrientes sin tabúes ante el sexo. Bueno, no tan corrientes ya que nos apasionan las artes amatorias múltiples y eso nos tiene que hacer especiales. Somos el legado de Baco y sus participantes en las conocidas fiestas de sexo y vino.
En la primera cena nos conocemos y entablamos relaciones naturales según gustos. Se producen los primeros acercamientos en la terraza de la casa tomando una copa que nos sirve el personal contratado para atendernos durante todo el fin de semana de forma eficaz y extremadamente discreta.
Sentada en un sofá, tengo a mi lado a ÉL y al otro a Darío, un tío de 42 años con sonrisa perenne y una esposa muy menudita. No todos somos matrimonios y/o novios, pero de alguna extraña forma, en la mente de cada uno nos sentimos la pareja de nuestro acompañante. Darío empieza a besarme un hombro muy suavemente a los ojos de su mujer, Silvia. Acerco mi cara a la suya y empezamos un roneo de besos, a lo que yo me giro hacia él para facilitarle que deslice su mano por debajo de mi camiseta.  A pesar del calorcito del ambiente, sus manos que son nuevas para mí, hacen que mis pezones empiecen a erectarse. Tengo un pecho generoso pero de pezones pequeños que al ponerme cachonda cogen apariencia de garbanzos gordos y concentran gran parte de mis puntos erógenos que luego me hacen gritar de placer.
Empiezo a notar como me humedezco y veo también como su polla se va poniendo tiesa a través del pantalón de lino que viste. Bajo una mano hasta su bragueta y le acompaño la suya hasta mis braguitas por debajo de mi minifalda tejana. Ahora es Darío quien nota que hay más calor en mi sexo que en el termómetro de la terraza. Le pone bastante a tope darse cuenta de que por sus dedos regaliman gotitas de mi flujo. Mi pareja, ÉL, se percata de lo que sucede y le dice que el sabor de esas gotitas en su cueva de origen es aún mejor que su tacto pero que le aconseja que espere a mañana y él mismo le mostrará como producir más liquido de esa soberbia ambrosía. Darío casi se vuelve loco con esa frase. Caramba con mi chico, no sólo sabe cómo volverme loca en la cama y fuera de ella, sino que además sabe cómo poner caliente a un tercero. ¡Bufff, qué pasada! Para terminar la noche en alto dejando buenas perspectivas para el sábado pero sin irnos a dormir con el calentón, me arrodillo ante Darío para chuparle muy delicadamente la polla. En ese momento, me doy cuenta que otras parejas han empezado a masturbarse y besarse en diferentes lugares del jardín y la piscina. Me gusta la visión, me excita aún más. Darío tiene una polla de tamaño standard y muy gustosa de lamer; limpia y cabe toda entera dentro de mi boca. Mientras se la como con gusto, noto los dedos de Silvia entrando en mi coñito y pajeándome. Mmmm…qué gusto me estaba dando esa diminuta chica. Tardo poco en tener todo el semen de Darío en mi boca. Me gusta, sabe parecido a regaliz y me giro para compartirlo también en la boca de su esposa. Nos besamos largamente las dos mientras ÉL le chupa las tetas y ella termina de masturbarme. Nos despedimos muy contentos los 4 y nos vamos a dormir cada uno a su habitación. Al llegar a la nuestra, ÉL esta como una moto y sin preámbulo ninguno me pide que le coma la polla como acababa de hacer con Darío. ¡¡¡Dios!!! Me la como como si me fuese la vida en ello y le sorbo los huevos como a ÉL tanto le gusta que haga. Poco después tumbados en el suelo, me coloco a horcajadas sobre él pero dándole la espalda, y bien sujeta a sus rodillas me lo follo con fuerza brincando de arriba abajo obligándole así a que me la meta y saque con fuertes sacudidas que yo misma dirijo. Ha sido una corrida espectacular por mi espalda de una leche abundante y espesa con la que me masajea todo el trasero. Nos dormimos casi al instante.
A la mañana siguiente, todas las parejas bajamos a desayunar tranquilamente a diferentes horas y luego nos vamos encontrando en la piscina. Todos estamos relajados, felices, con la mejor predisposición para pasar un largo y tórrido día. Cuál es mi sorpresa cuando me parece notar que la gente fija su mirada en mí de una forma especial. Al rato, me zambullo en la piscina y al salir, mientras me quito el bikini por completo pues empiezo a tener ganas de guerra, se me acerca Darío, me besa en los labios y me dice que están todos los tíos esperando que les de la señal para acercarse a mí. Me confiesa que desde anoche no ha podido quitarse de la cabeza la idea de comerme el coño y lo ha comentado con los otros tíos del encuentro. En un rincón medio soleado del recinto de la piscina, hay una zona chillout con un amplio sofá redondo blanco de loneta, justo al lado de una pequeña barra de bar. Le digo que le espero allí a él y a quienes quieran en 10 minutos. Recojo a mi ÉL que está tumbado en una hamaca acariciándose la polla estimulado por la visión de dos chicas que están en la piscina; una sentada bien abierta en el borde y la otra dentro del agua comiéndole el coño. Todo fluye de forma natural, se intuyen las feromonas, las cosquillas, el placer… “sex is in the air”.
Nos pedimos una copa, le damos un par de sorbos, nos besamos y tocamos estando aún de pie y le voy contando al oído mi conversación con Darío. No necesita más. ÉL ya sabe bien qué debe hacer. Me tumba en ese enorme sofá y recostado a mi lado empieza a besarme los pechos. Me los lame primero suavemente y luego va llenándomelos de saliva, me los mordisquea y me los soba con sus grandes manos. Empiezan a acercarse 3 chicos, entre ellos Darío, y una chica rellenita con una piel que parece de satén. Sus pollas morcillonas apuntan hacia mí con mucha fuerza, está claro que desean catarme. Toni, uno de los hombres, toma la iniciativa acostándose a mi lado y va besándome el cuello, los brazos, el ombligo… se encuentra cara a cara con mi chico y le dice que va a lamerme TODA, pero ÉL le para y le indica que se siente ahí delante al igual que el resto y que observe. Así lo hacen tod@s. De repente me encuentro que tengo público y eso me pone aún más perra. Empezamos a hacer el amor a nuestro rollo delante de ellos, nos masturbamos, nos comemos, me penetra a lo misionero, me come las tetas con fruición, le como la polla mojada de mi flujo.  Entonces, me tumbo y ÉL me hace aquello que mejor que nadie sabe hacerme. ¡Se recrea en mi clítoris! Empieza pasando su lengua, separa mis labios inferiores con sus dedos a la vez que utiliza alguno de ellos para metérmelo dentro y sin dejar de lamerme el clítoris, lo que él llama su perlita, yo empiezo a gemir y retorcerme cada vez más fuerte. Lo hace tan bien que me provoca varios orgasmos pero no deja de estimularme y comerme. Voy segregando más y más flujo, me vuelvo loca, quiero MÁS. Es entonces cuando les dice a los otros 3 tíos que se acerquen, que me huelan y me  caten porque ahora es cuando está en su punto. Ellos que ya estaban tocándose y empezando a pajearse, se acercan y uno a uno van pasando oliendo y lamiendo mi coño.  Cierran los ojos y gimen cada vez que me chupan y se tragan mi licor más sexual. Le hago una señal a la chica para que se acerque a mi boca y me bese mientras tengo a esos 3 machos comiéndome todos los bajos incluido el culo. Ella lo hace y además me pone una teta suya en mi boca la cual me como con gusto. Mi chico está mirándolo todo delante nuestro, tiene la polla terriblemente dura de vernos y se la está meneando como buen voyeur. La chica está tan caliente que me deja y va a sentarse sobre él para follarle, pero mi dulce chico al que adoro la rechaza porque sabe que en mi excitación está el sentirle a ÉL cómo sólo mío y en su generosa excitación está el verme a mí penetrada y comida por otros.  Yo, atenta a todo lo que está ocurriendo, incluso al camarero que medio escondido tras la barra no puede contenerse al vernos y se está masturbando, doy rienda suelta a mi goce y acentúo mis sentidos hacia esos labios que me comen los pezones, esa lengua que se introduce en mi vagina, esas manos de que me aprietan las nalgas y esa polla grande que tengo en la boca a punto de explotar. No sé quién es quién, no sé cuál es el que está en cada lugar, pero no me importa porque en esta vorágine de placer mi mirada va hacia ÉL y en el mismo momento en que siento que voy a correrme a chorro y así lo digo en alto, dos de ellos lanzan su leche bien caliente sobre mi vello púbico y el otro se apresura a follarme un poco más, bien agarrado a mis caderas para que sienta la presión de su polla en el momento previo a su corrida. Cuando ya nos corremos todos y eso parece un festín pegajoso y fantástico de líquidos internos, nos besamos y masajeamos con ellos. En ese instante, ÉL que está a punto de eyacular, viene hacia mí, me da la vuelta y me mete la polla por el culo con sumo cuidado pero con la maestría perfecta. Se corre casi enseguida y luego saca su polla para ver cómo regalima su semen por mi agujero prohibido.
Acabamos todos exhaustos y alucinados por ese rato tan especial que hemos pasado, sobre todo esos machos que han flipado con el disfrute que les daba y me daban con el monotema succión de clítoris y flujo rico que mi chico les ha ofrecido.
Acabamos pasando el sábado entre folleteos varios intercambiando la pareja o con la propia y con un espectáculo lésbico que nos ofrecen las chicas que se han conocido íntimamente en la piscina y que nos pone super calientes a tod@s. Una de ellas es la menudita Silvia que demuestra serlo sólo de estatura, por lo demás es una Diosa nacida en Lesbos de las más grandes.
Finalmente, el domingo por la mañana volvemos a la península con el cuerpo semidolorido de tantos ejercicios sexuales pero felices y relajados esperando el siguiente encuentro. Y nosotros dos, abrazados y totalmente cómplices, entramos en casa, nos desnudamos y hacemos el amor una vez más para culminar un fin de semana maravilloso.
Al fin y al cabo, esto no deja de ser una de mis variadas fantasías que yo monto a mi antojo, pero que contiene bastantes pasajes de experiencia propia.  Y aunque no puedo “compartir” con ÉL, sí puedo hacerlo con vosotr@s y esto ya me vale para seguir fantaseando y contando más cosas.


Un beso.

martes, 6 de mayo de 2014

La erótica del poder


¡Sí, me puede! Ahora que sé lo que es sentir el poder de cerca, os reconozco que me atrae, que me eleva un poco más, que me hace levitar.
Pero todo es con la mente. No hay nada material de lo que me haya beneficiado con mi relación clandestina, tan sólo pequeñas “mejoras” como catar los mejores vinos, dormir en los mejores hoteles y lucir unos carísimos zapatos de los que ya estaba encaprichada antes de estar con ÉL.
Sin embargo, mentalmente vuelo cuando estoy con él, tal vez con la ayuda del perfume caro de su cuerpo, y viajo a estadios psíquicos en los que siento que poseo mucho más que el cuerpo de un hombre. Me siento poderosa, la ama de alguien casi intocable, su Afrodita (se decía que Afrodita podía hacer que cualquier hombre se enamorase de ella con solo poner sus ojos en él.)
No es sólo sexo, es sexo con morbo. En ocasiones, cuando sus manos acarician mis pechos pienso en la cantidad de contratos millonarios que han firmado, la de manos de gente relevante que han estrechado, pero en cambio ellas no recuerdan más tacto que el de mis pezones erectos.
Cuando le poseo, poseo además su aura que es muy brillante y deseada por multitudes; poseo su raciocinio porque en ese momento es frágil; poseo su olor que a veces me penetra al igual que su miembro viril; poseo su intimidad puesto que prohíbe ser molestado bajo ningún concepto mientras está conmigo; poseo su tiempo porque esas horas las ha blindado en su agenda para mí en lugar de atender a un periodista; y como no, poseo su cuerpo, que es poderoso y bello a la par, mientras cabalgo sobre él controlando su corrida con tan sólo acelerar o aminorar mis embestidas. ¿Acaso no es eso poder, también?
Esa es la influencia que la erótica del poder ejerce sobre mí desde hace unos meses, pero en mi vida he disfrutado de más ocasiones en las que me he sentido poderosa sin estar de por medio nada de lo que ahora envuelve mis momentos de placer.
Hubo un tiempo no excesivamente lejano en el que disfruté de un largo período de sexo continuo y muuuuuy variado. Por alguna razón de bienestar personal y mental, mi atractivo creció. Estaba especialmente guapa, vital, segura, alegre y rezumaba sexo por todas partes. Notaba el deseo que provocaba en hombres de diferentes edades cada vez que salía de marcha. Pedía una copa en la barra de cualquier discoteca y enseguida tenía a alguien con sonrisa puesta y paquete morcillón preguntándome alguna chorrada (algunas más originales que otras).
Estas noches de diversión me permitieron recolectar unos cuantos teléfonos de tíos cachondos y como yo también estaba muy cachonda pues hacía uso de ellos en alguna ocasión.
Recuerdo un fin de semana en el que Berta, mi compañera de piso, se marchaba a un encuentro familiar y me quedaba la casa enterita para mí. El viernes al salir de trabajar decidí que llamaría a un chico que había conocido la semana anterior y que me gustó mucho. Se llamaba Liborio y aunque el nombre en sí ya es peculiar, su forma de conquistarme durante la semana aún lo fue más. Nos pasamos todas las noches hablando por Messenger y mientras él tocaba la guitarra yo le canturreaba alguna canción al son de sus acordes. ¿Merecía o no una quedada?
Le llamé y quedamos para cenar en mi casa al día siguiente por la noche. Qué bien, la brisa que traía el fin de semana ya olía a sexo loco con desconocido que sienta la mar de bien para la piel, tanto la que se ve como la que no. El sábado por la mañana me levanté pronto, acicalé la casa y bajé al mercado a comprar lenguados que quería cocinar para la noche en salsa de naranja. Me gusta la cocina y tengo buena mano para ello, por eso no dejo pasar la oportunidad de seducir también por el estómago a mi amante, aunque sinceramente en lo que pienso es en alimentar a mi presa antes de comérmela cual mantis religiosa.
Justo salía del mercado cuando recibo la llamada de un amigo mío de la facultad que hacía un par de años que no veía porque se fue a vivir a Sevilla. Alejandro venía a pasar un par de días para visitar a su sobrinita recién nacida y quería verme. Le dije que sí, obvio. Quedamos hacia el mediodía en un bar cerca de mi casa para tomar una cerveza y ponernos al día.
Unos 40 minutos antes de la hora de la cita, apareció ya por mi casa. No se anduvo con rodeos y me dijo: “mira Laska, desde la Universidad que deseo tener un flirt contigo. Puedes decirme que no, pero por si acaso dices que sí, no quería perder tiempo. Muero por conocer tu sabor.” UAUUUUUU….!!!!! Joder qué subidón!!!
Me reía tanto viviendo este momento que fui abrazándole y besándole la cara, los ojos, los labios, fuimos quitándonos la ropa entre risas, nos tiramos al sofá y jugábamos a hacer el amor. Era súper divertido y excitante ver cómo nos chupábamos el uno al otro y nos follábamos como auténticos adolescentes. Me flipó ver que tenía la punta del pene un poco torcida a la izquierda y os confieso que noté un roce diferente dentro de mí. Me gustó muchísimo comerle la polla hasta el fondo con esa pequeña curvatura que notaba hasta la garganta. Joder, que bien lo estábamos pasando sin haberlo pretendido ni esperado. Habíamos ido tan acelerados que cuando estaba ya apunto de correrse me preguntó, sin dejar de metérmela, que si podía correrse dentro. Le dije que me encantaría y así lo hizo. Yo lo hice poquito después cuando Alejandro me ayudó masturbándome mientras me comía una teta con fruición.
Luego pasamos unas horas muy relajadas y distendidas recordando nuestro pasado entre risas y un par de polvos más. A las 7 de la tarde le llamaron para decirle que estaban esperándole en el hospital. Casi se le había olvidado su compromiso familiar; no me extraña, Afrodita causa ese efecto. Agradecí esa llamada porque sinó hubiese tenido que “echarle” yo.
Rauda me preparé y preparé todo para la llegada de Liborio. Puntual llamó a la puerta y entró con una botella de vino blanco. Cenamos, nos conocimos un poco más, hablamos de gustos musicales, recogimos la mesa, nos rozamos en la cocina, nos miramos al llegar al salón, nos sonreímos, me agarró por la cintura, nos besamos, nos desnudamos…. Era un encuentro más dulce de lo habitual en una primera vez con desconocido, pero igual de excitante. Quedé muy gratamente sorprendida al ver su aparato. Tenía un pene ENORME, LARGO, GRUESO y eso que él no era un chico grande, más bien pequeño y fibroso. Incluso estando yo mojada de lo cachonda que me había puesto, noté cómo me costaba que entrase en mí. Supongo que ya acostumbrado a ello, me dijo: “tranquila, relájate, voy a ser muy cuidadoso”. Y así fue. Fue penetrándome con su polla tan dura hasta que cupo toda dentro de mi vagina. Y añadió: “¿quieres ponerte a cuatro patas? Te dolerá menos.” Madre mía, que perra me puso esa frase. A cuatro patas es una de mis posturas favoritas, es como más zorra me siento y me gusta. Me di la vuelta y le ofrecí mi sexo por detrás. Introdujo la gran polla (más tarde la denominé “la virgen de Fátima” por una figura de la misma hecha en yeso que vi una vez y a la que me recordaba por tamaño)  por mi sexo poco a poco, dejando que se lubricara con mi flujo y haciéndome sentir que más llena no podía estar. Ohhh, que placer me daba. Gemí tan alto como pude porque esa follada era digna de tocar el cielo. ¡Cómo follaba el cabrón! Controlaba muy bien su fuerza y tamaño, bombeaba mi coño con auténtica maestría. Estaba yo ya apunto de correrme de gusto y se lo advertí y me dijo que aguantara por favor un poquito más para corrernos a la vez y aproveché para pedirle que lo hiciese dentro de mí.
Nos corrimos juntos, como dos perros en celo, él apretando fuerte su polla contra mí metiéndola lo más profunda posible agarrándose a mis caderas. Noté su leche brava y muy abundante en mí. Gocé enormemente. Luego nos dormimos juntos, a gusto el uno con el otro. Por la mañana, le desperté lamiéndole la punta de la polla que volvía a estar tiesa. Repetimos lo de la noche anterior y volvió a ser electrizante, majestuoso. Después de desayunar, nos sentíamos realmente bien y seguros de que íbamos a ser amigos con un derecho a roce estupendo. Lo dejamos aquí porque era una bonita forma de empezar el domingo.
Cuando salió por la puerta me sentía cansada. Había follado mucho, me dolían las ingles y me temblaban un poco las piernas, pero ¡cuánta felicidad recorría mi cuerpo! Me vestí con un pantalón corto tejano y una camiseta negra de tirantes sin ropa interior alguna. Casi a la hora de comer abro el móvil y tengo 11 mensajes pendientes de leer. Dos eran de Alejandro diciéndome lo bien que lo había pasado y piropeando un poco mi cuerpo y forma de comer pollas como algo que no olvidará jamás. Pero los otros 9 eran de Jorge, un ex mío que me pedía volver a verme. Le llamé y me contó que estaba añorado. Le hablé claro, con el PODER que sentía en ese momento. Le dije que sentimentalmente yo ya no estaba pero que si quería hechar un polvo, tenía media hora para llegar a mi casa. Sabía absolutamente que diría que sí. Poco después lo tenía desnudo sentado en el sofá y yo encima suyo montándole al antojo de mi deseo. Me sobaba las tetas y me mordisqueaba los pezones al ritmo que yo le ordenaba; “más fuerte, chúpame, dame tu boca, pellízcame un pezón, agárrame por el culo…” así hasta que le hice correrse dentro de mí, haciendo fuerza para presionar más sus huevos a punto de explotar. Diez minutos después le despedí para siempre de mi casa y mi vida.
Cuando me quedé sola, exhausta, tumbada sobre la cama, recordando las aventuras que acababa de vivir, me excité y terminé el fin de semana masturbándome con los restos de tres espermas diferentes sintiéndolos aún vivos en mi interior y diciéndome a mí misma: “Oh Laska, eres poderosa!”

Un beso.

lunes, 28 de abril de 2014

Rosas

Por hoy termino el primer día de la semana. Lo he empezado cansada físicamente, con pocas ganas de trabajar y con la cabeza en otro sitio. El sábado por la noche y durante casi 24 horas, he estado disfrutando del hombre que me emborracha con su ambrosía, ÉL.
La semana pasada fue Sant Jordi y es una especial festividad para los enamorados catalanes. Obviamente, no pudimos celebrarlo juntos puesto que su posición profesional no le permitió tener ni un minuto libre y además, por rigor y exigencias del guion de su vida, debía terminar la jornada en casa, con su esposa y cumpliendo con la tradicional entrega de la rosa como buen marido que se le espera que sea.
Nosotros no estamos enamorados, así lo creo de verdad, pero yo estoy terriblemente enganchada a él y hasta el momento no me estorba su matrimonio, ni siquiera me considero “la otra”, y en él, yo noto sus ojos rendidos a mi cuerpo y mis humildes encantos. No es amor, pero sí un embrujo mutuo que nos hace follar con la fuerza propia de los impulsos más primitivos.
Me hizo llegar un mensaje en el que me citaba el sábado por la noche, en la suite del hotel que más preserva nuestros encuentros sexuales. Ese mismo día por la mañana, desperté ya con tal subidón por la expectativa de la cita, que nada podía cambiar mi vital estado de ánimo. Me levanté, puse la radio y me encaminé hacia la ducha a ritmo de Pitbull y su “Back in time”. Era un buen presagio. ¡Me encanta esa canción!



 El calorcito del sol entrando por la ventana de mi baño, quitarme el pijama, las braguitas, entrar en la ducha, … mi subconsciente empezó a estimular mi cuerpo. Me puse gel en la palma de la mano y acaricié mis pechos que ahora apuntaban con sus pezones erectos hacia un rato de placer que no iba a dejar pasar. Me gusta masturbarme, sentir que soy dueña de mis orgasmos cómo y cuando quiera. En cuanto mis dedos pellizcan sutilmente mis pezones noto ya como la humedad de mi sexo empieza a convertirse en algo más caliente, más mojado. Bajo una mano hasta mi pubis donde apruebo (y ÉL también) encontrar el suficiente vello púbico para sentirme mujer y no una pelona adicta a las depilaciones radicales. Así también, puedo saber con los ojos cerrados que a partir de ahí empieza el camino a la gruta más deliciosa de mi cuerpo. Aprovecho un hilillo de flujo para untarme el clítoris y acariciármelo. Ohhhh…… sólo de imaginar lo que esa noche voy a disfrutar con mi amante secreto, podría correrme en 3 segundos, pero no quiero. Alargo el momento.
Sigo bajo el agua de la ducha, con un bonito sábado entrando por la ventana y llenando el cuarto de baño de efluvios corporales, de sexo, de gemidos muy femeninos, … introduzco mis dedos índice y corazón en el interior de mi vagina y apoyo un pie sobre un saliente para poder abrirme más y meterme los dedos fácilmente, aunque estoy tan mojada que se deslizan con mucha rapidez y debo introducir un dedo más para poder satisfacer mi ansia a cada momento. No sé cuántas pajas me habré hecho a lo largo de mi vida, pero desde la primera a los 11 años tan ingenua y simple hasta la de anteayer por la mañana, todas han sido fantásticas.
Fuerzo la rapidez en la masturbación, fantaseo con mi hombre follándome por detrás y acabo corriéndome feliz y orgullosa de ser mujer.
Estoy deseando que llegue la noche para contárselo y ponerle como una moto haciéndole saber que su influjo en mí llega hasta sin él pretenderlo y que me pone cachonda aún sin estar presente.
Por fin, llega el atardecer. Entro a la suite y lo primero que percibo es un penetrante afrodisíaco olor a rosas. No somos pareja, no nos pertenecemos oficialmente pero ese iba a ser nuestro Sant Jordi y nadie nos lo iba a quitar. Había pétalos de rosas por doquier y unas cuantas con sus verdes tallos salvajes esparcidas sobre la cama. Le escuché entrar por la puerta y encaminarse hacia mí por la espalda. No hizo falta cruzar palabra. Ni me giré, tan sólo se puso en marcha esta especie de conexión que tenemos desde el primer día y dejamos fluir el deseo que acumulábamos desde hacía un par de semanas.
Agarró mis pechos por detrás mientras yo iba despojándome con calma de la ropa; de la suya también. Le desabroché el cinturón aún sin darme la vuelta y le bajé el pantalón y los calzoncillos a la vez. Su pene saltó como un resorte de lo tieso que estaba. Él hizo un tanto parecido con mi tanga y así pudo ir siguiendo el calor de mi deseo por la vía del culo hasta llegar a mi sexo y notar como se le mojaban las puntas de los dedos. Ya bien mojados, los acercó hasta mi boca y muy dulcemente me dijo: “¿gustas?”, a lo que le contesté con un profundo beso en la boca y a continuación relamí muy gustosamente esos dedos grandes con sabor a MÍ.
Pero no tenía bastante “alimento” y bajé hasta su bien dotado miembro. Lo chupé con fruición hasta que yo misma no podía soportar más no tenerle entre mis piernas. Me senté en el borde de una regia mesa que hay en el centro de la suite y mientras nos besábamos apasionadamente, subió mis piernas para forzar que me abriese como las rosas que me había regalado entregándole mi cuerpo húmedo, anhelante de su erecto pene.
Recuerdo que mientras me bombeaba y mordisqueaba mis pezones, estaba sonando en el hilo musical otra bonita canción y además ideal para ese momento de desenfreno amoroso; “Rumour has it” de Adele. Estaba claro que los dioses de la música trabajaban ese día para mí.


Estuvimos un rato así hasta que salió de mí, me cogió la cara con las dos manos y me besó largamente, mirándome a los ojos. Sin duda, ese era un instante muy Sant Jordi. Yo sabía cómo culminar ese momento de un modo tan sexual como placentero para ambos. Me di la vuelta y con el torso sobre la mesa le ofrecí mi flor por detrás. Él notó rápidamente el olor a hembra que subía y me penetró con muchas ganas, con rapidez. Yo gemía sin tabús y estaba a punto de correrme cuando él me metió suavemente un dedo por el culo para hacer notar más la presión de la polla dentro de mí. Le grité que me corría, que estaba muy caliente y en ese momento él me regó por dentro con su leche blanca, caliente, tan rica. Mmmm…
Desayunamos con cava, hasta entonces nos amamos hasta 3 veces más.
Feliz Sant Jordi a todas y todos.

Un beso.