Como ya sabéis he pasado unos meses “out”
en los que las ganas de sexo iban de la mano del estado de ánimo que tenía y
ambos se paseaban por el Boulevard de la
Falta de Autoestima, se tomaban una horchata en el bar “Qué jodida estoy”, se iban a bailar a la
disco “Ay, que no veo la luz al final del
túnel”, … En fin, que se corrían
juntos unas juergas de lo más tétricas y penosas.
Hasta que un día me levanté y los mandé
a hacer gárgaras. Claro, ahora os lo cuento como si fuese fácil y todas estas
cosas que se dicen, pero… ¡¡¡LOS COJONES!!!
Seguro que además de sibaritas del
sexo, los que me leéis sois también personas que labran sus experiencias día a
día con lo bueno y lo menos bueno, así que no hace falta que os cuente de que
va este rollo de estoy mal pero luego siempre salgo… “¡manque sea pá tomar aire!”.
El caso es que en todo momento he
tenido pendiente de mí, bien a mi ladito físico cercano o bien en la distancia
mediante las nuevas tecnologías, a mi amigo Lucas del que ya os hablé una vez.
Él ha sido quien ha vivido, o mejor
dicho, sufrido, mi último trimestre. Ha sido mi apoyo más grande, más incluso
que la familia ya que a ellos no podía contarles apenas nada de lo que me
deprimía en ese momento. Sólo conocieron la parte de salud (me partí una
muñeca).
Han sido unas cuantas las noches que
hemos hablado y hablado y hablado… bueno, que he habado y hablado y hablado.
Ahora me doy cuenta de que aunque las
conversaciones con él me sirvieron de bálsamo y desahogo, también eran la
gasolina de ese par de aguafiestas del que os he hablado al principio que se
iban de marcha aprovechando mi ausencia de alegría.
He tenido alquilado un pequeño
apartamento en la Costa Dorada durante todo el verano y he pasado allí una
larga temporada ya que también he estado de baja varias semanas, además de las
vacaciones.
Una noche ya dejé de hablar tanto y
empecé a reírme con las fricadas de Lucas. Tanto me reí, que no sé cómo acabé
desnuda bailando una canción de Rosario, esa del bomberito, y lanzándome sobre
él a mordisco limpio entre risas y cosquilleos.
Nos enrollamos como tantas otras veces
lo hemos hecho antes. Con la diferencia que, a pesar de que siempre le ponemos
el cariño que nos tenemos a nuestros encuentros sexuales, en esta ocasión
además me hizo sentir segura, confiada y estuvo muy al tanto de no hacer nada
que me echase para atrás o me entristeciera de repente.
Disfruté con gusto de sus besos, sus
caricias y su polla bien tiesa a la que noté que me había echado de menos
durante tiempo. Siempre nos hemos compenetrado muy bien pero también hemos
respetado las épocas de emparejamiento de cada uno.
Sea como fuere, consiguió que volviese
a sentir peta zetas en el interior de mi vagina. Follé mucho y me divertí aún
más. Gracias Lucas.
Él, que me conoce bien y que ya había
visto que día a día me iba recuperando, empezó a fantasear conmigo sobre
diferentes cosas. Me habló con mucho
amor y aprovechó que sabe que confío plenamente en él para hacerme asegurarle
que me dejaría llevar sin miedo en el caso de que organizara algo para mí.
Así pues el siguiente sábado me invitó
a cenar en un restaurante de Tarragona que él ya sabe que me gusta mucho. Tuvimos una cena linda. Comimos un par de
exquisiteces que bañamos con un buen cava catalán. Charlamos e iniciamos una
conversación medio picante en la que Lucas empezaba a dirigir hacia un terreno
más sensual. Finalmente, me dijo que recordara que le había prometido dejarme
llevar y confiar plenamente en su plan.
Me hizo sentir tranquila porque me demostró que él me protegía y
vigilaba si algo no me fuera a gustar, pero que tenía preparada una sorpresa
para mí que esperaba que me gustara y la disfrutara.
Me entregó un sobre dónde había una
nota que decía así:
“Bienvenida de
nuevo a tu propio ser donde habita la alegría, la fantasía y la bondad. Para
que no olvides cómo eres y siempre vuelvas a renacer, te regalo un masaje
relajante que no olvidarás jamás. Un beso princesa.”
¡Flipé! Qué feliz y especial me sentía.
Puesto que acepté, le pedí que me
contara qué había tramado.
Lucas había contactado días antes con
una pareja liberal que vive cerca de dónde estábamos. Cuando se aseguró de que
eran personas de fiar, limpios, discretos, amantes del sexo libre… en fin,
gente normal como nosotros, les contó brevemente mi reciente historia y estado
de ánimo y los contrató para montar una noche especial. Mientras pensaban en qué hacer, surgió en su
conversación que el chico es fisioterapeuta y ahí se les encendió la bombilla a
ambos: ¡organizarían una velada de masaje relajante y lo que surgiera!
Cuando ahora lo recuerdo, pienso que si
Lucas me hubiese propuesto de una forma directa “swingear” un rato, seguramente
le hubiese dicho que no, pero lo hizo con tanta elegancia y gracia que no era
posible decirle que no.
Al terminar la cena nos encaminamos a
casa de esta pareja a los que llamaré John y Yoko por su adoración a los
Beatles y por la bonita historia de amor que los envuelve. Son un poco más mayores que nosotros, muy
agradables, y nos hicieron sentir cómodos, como en casa.
En el salón habían preparado una
camilla de masaje, aceites esenciales, un entorno cálido, velas, música suave… Nos presentamos cariñosamente con un beso y
un abrazo. Intercambiamos una breve conversación y John me sugirió que me
quedara en braguitas para hacerme el masaje.
Me sentía tan a gusto que así lo hice.
A pesar de haber cogido unos quilitos estos meses de ansiedad, me vi
bonita y atractiva. Estaba relajada y eso significaba que también estaba
receptiva a lo que ocurriese.
Me tumbé boca abajo o en decúbito prono
como en su argot técnico lo denominan, cerré los ojos y destensé todos mis
músculos.
John untó sus manos en un aceite de
masaje cuyo olor no podía concretar pero en mi pituitaria se mezclaba el aroma
del orégano, el anís estrellado y el cedro. Empezó a masajearme la espalda y las
cervicales, apretaba bien, con la fuerza suficiente para aliviarme y ser suave
a la vez. Me repasaba toda la columna y
llegaba hasta mis glúteos para apretarlos y volver a subir hasta el cuello.
Mientras tanto, Lucas y Yoko miraban
sentados desde el sofá tomando una copa y comentando en voz baja lo sensual que
era la escena. Se habían liberado de su
ropa y se deleitaban con lo que sus retinas iban grabando en su memoria.
Por primera vez en meses me sentía excitada,
tranquila, relajada y abierta todo a la vez.
Mérito de ello también era el hecho de que cada vez que miraba a Lucas,
sus ojos estaban concentrados en los míos tanto para disfrutar de mi goce, como
para llevarme rápido bien lejos de ahí si hubiese detectado cualquier signo de
incomodidad por mi parte.
Minuto a minuto John iba ampliando su
masaje más allá de las zonas neutras; me sacó las braguitas, me apretaba el
culo y los muslos, me mordisqueaba el cuello, rozaba su pene tieso contra mi
cuerpo, …
Hubo un momento en el que sentí su mano
resbaladiza entre mis nalgas, frotándome el ano con la palma i deslizando un
par de dedos hacia mi vagina, seguramente atraídos por el calor que de ahí se
desprendía.
Con
sus manos grandes y venosas, me abrió el coñito que le quedaba prácticamente a
la altura de la boca y empezó a comérmelo con fruición. Su lengua era una víbora paseándose por
dentro y por fuera de mi sexo, se atrevió incluso a subir hasta mi agujero
semiprohibido y lamerlo y besarlo hasta chorrearlo de mi propio flujo. Con un dedo me penetraba el ano para
dilatarlo tímidamente por si en algún momento yo quisiese ser penetrada. Combinaba esto con diferentes rechupeteos y
metidas de dedos en mi joya ardiente.
En cuestión de minutos aceleró tanto mi
excitación que hizo que mojara la toalla que cubría la camilla de masaje con mi
flujo súper abundante. Me giré y él me
atrajo hacia el filo de la camilla para que quedara bien cerca y espatarrada
ante su polla. Era un tío delicado que
mirándome a los ojos me dijo que me deseaba y que me iba a poseer; y así lo
hizo casi antes de acabar la frase.
Me penetró bruscamente aunque no me
hizo daño ya que yo estaba mojadísima.
También le deseaba y necesitaba que me bombeara con fuerza y así lo fue
haciendo. Estaba muy bien dotado; su
polla era larga, venosa como sus manos y muy apetecible a mis ojos.
Lucas estaba flipando de verme así, en
perspectiva, siendo follada por otro. Se
estaba tocando y notaba como su deseo era mayor del que esperaba, aún y así no
quiso montárselo con Yoko; tan sólo se besaron y se tocaron porque él, según
sus propias palabras, estaba loco por joder sólo conmigo y aún más justo después
de haber pasado otra polla por mi coño.
Ella lo aceptó con una sonrisa y concluyó su placer con un dildo muy
parecido a la verga de su marido.
Yo estaba disfrutando como una zorra,
John me apretaba los pezones duros mientras seguía echándome el polvo del mes y
de repente Lucas empezó a besarme en la boca.
Mis gemidos se los comía él, mi lengua la chupaba él… Ufffff….quería follármelo
pero ¡¡ya!!
John se apartó y fue hacia su mujer a
comerle las tetas mientras ella continuaba metiéndose al pequeño Johny por la
raja. Le bastaron un par de minutos para
correrse y lanzar un grito de placer que nos puso más cachondos a los otros
tres.
Lucas y yo habíamos estando besándonos
en la boca con mucha ansia y él me mordía los pezones con un deseo inusual en
su quehacer sexual. Estaba tan terriblemente
encendido, que me atrevería a decir que me miraba con un fuego lo
suficientemente penetrante como para querer empalarme en su rabo duro.
Me colocó de espaldas a él con mi torso
apoyado en la camilla apoyando mis pies en el suelo y me penetró por detrás
abriéndose paso entre mi voluptuoso conejo sediento de SU semen.
John no había conseguido correrse a la
vez que Yoko y la dejó a ella disfrutando de su postorgasmo en el sofá. Yo le indiqué con la mano que viniese con
nosotros y se sentara en mitad de la camilla con una pierna colgando a cada
lado de la misma. En cuanto vi esa polla
larga y tiesa tan cerquita de mí, la cogí entre mis manos y empecé a tragármela
poco a poco hasta que sentí como ese cipote me llegaba al fondo de la
garganta. Estaba riquísima. Él me había
embadurnado poco antes todo el cuerpo de aceite y yo ahora hacía lo mismo con
su polla llenándosela de saliva y comiéndomela con mucha hambre.
En ese momento tenía dos rabos para mí:
uno en el coño y otro en la boca sintiendo a cual más rico en mi interior.
La excitación de Lucas iba in
crescendo; lo noté definitivamente cuando metió su pulgar derecho en mi
culo. Yo ya había tenido un par de
pequeños orgasmos sin sacarla pero necesitaba que ellos reventaran a eyacular
para yo culminar con una de mis corridas más escandalosas.
Combiné la chupada a John con una
majestuosa paja y le dije a Lucas que me regara por dentro porque anhelaba su
leche caliente y espesa. Bum, bum, bum, bum …chupa, folla, bombea, … agghhhhh…
siiiiii…..
Nos corrimos los tres prácticamente a
la vez. Lucas y yo compartimos flujo y
semen en el mismo túnel del pecado y John me volvió a embadurnar pero esta vez
la cara con su lefa blanca i grumosa.
Ohhhhh………. ¡Cómo lo disfruté amig@s!
Sólo puedo deciros que la rentré de
Laska fue grande. Hasta pronto.
Un beso.